En el jardín de Arturo

Después de las clases, cuando llego a casa, suelo salir al jardín a descansar. Me siento en una silla de jardín con un vaso de agua y descanso mirando el cielo, que a veces, es azul.

El pasado miércoles comencé a pensar en un cuento que tenia que contar a la clase de 2º A. No encontraba ninguna idea que fuera buena para construir un cuento bonito, como ellos se merecen.

Iba caminando. Despacio. Levantando un pie detrás de otro, y de pronto cuando iba a posar mi pie derecho sobre la hierba escuche una voz, que aparecía con tono bajo pero decidido:

  • Eh tú, ¿Qué vas a hacer? Paraaaaa.que me aplastaaaaaas, Gansoooooo.

En ese momento comencé a girar la cabeza, a un lado y a otro, intentando averiguar cual era la fuente de ese sonido, apena perceptible. Volvió a sonar.

  • Quietoooo, no poses el pie en la hierba que me aplastas. Tonto del haba.

Mantuve mi pie en alto, y sin posarle miré debajo de la planta del mocasín negro.

Allí estaba. Un pequeño escarabajo que me miraba con cara de muy pocos amigos.

Me agaché y le cogí con dos dedos y lo acerqué a mis gafas para poder verlo bien.

  • Hum… ¿Quién eres tú? Le dije.
  • Soy Arturo dijo bajando sus antenas, en signo de tranquilidad.
  • ¿Y cómo es que puedes hablar? Nunca he oído a ningún escarabajo que hable.
  • ¡Ni yo a ningún humano que como hierba y viva en un agujero en el jardín, no te fastidia! Todos los escarabajos hablamos, lo que pasa es que nunca nos preguntáis y nosotros tenemos muy poco que decir. Tan solo cuando vemos amenazada nuestra vida o nuestras crías abrimos el pico.
  • Pues yo alguna vez he pisado alguno y no ha dicho ni pio.
  • En nuestra especie la mutación que nos deja mudos es muy común, seguro que el “pisado” era mudo.
  • Hum, puede ser….
  • De todas formas, ten un poco de más cuidado de ahora en adelante.

Yo no daba crédito a lo que estaba sucediendo: allí, ¡en la palma de mi mano tenía un animal negro, duro y desagradable que estaba respondiendo a mis preguntas! ¿estaría soñando? Era tan inverosímil que pensé que se trataba de una broma, un artefacto de estos digitales que hablan solos, similares a los drones, o algo parecido.

Para cerciorarme aun más, le formule otra pregunta:

  • Oye escarabajo……-y sin dejarme terminar me dijo-
  • Arturo, por favor, Arturo boñiguez. Que tengo nombre.
  • ¡Oh perdona! Me excusé. ¿Dónde ibas?
  • Pues tengo algo de prisa porque voy a ver a alguien.
  • ¿A quién?
  • A una mariposa.
  • Ahhhh dije, ¿las mariposas también hablan?
  • Pues sí, y no es mariposa …sino mariposo. Se llama Wilson.

Yo no cabía en mi asombro: Las mariposas que tanto me gustan y que tienen tantos colores: ¡también hablan! Y además hay mariposas y mariposos. En el momento de pensar esto último, fui consciente de que era lógico, ¿no? Pero nunca lo había pensado.

Volví al ataque.

-Y que le ha pasado a tu amigo Wilson?

– Buf, dijo Arturo, menudo problema tiene, el pobre.

– Cuenta, ¡cuenta!, le dije curioso.

Al decir esto último me percaté de lo ilógico de la situación: Yo, Miguel Angel, profesor en un instituto de secundaria, estaba arrodillado en el césped, con un escarabajo en la mano, ¡QUE HABLA!  Y va a ver a un amigo mariposo.era desquiciante. Por un momento pensé que estaba soñando y tuve, por la intención de arrojar al bicho por encima de la verja del jardín hasta la calle. Volver adentro y abrirme una cerveza fresca.

Pero la curiosidad era muy grande y me empujaba a saber ¿Qué narices le había pasado a Wilson?

  • ¡Pues …verás! El mes pasado le invitamos a una fiesta con motivo de la llegada de la primavera…ya sabes. Iban a ir todos, las orugas, las avispas con su estrecha cintura, las mariquitas, el saltamontes con sus largas piernas.
  • Patas…dije yo.
  • Para mí son piernas…replico Arturo.
  • Bueno, es igual…sigue.
  • No podían faltar las libélulas con sus grandes alas. Nos servían las copas las hormigas, que siempre están prestas. La música la traían las cigarras, acompañadas por los grillos. A los únicos que no invitamos fue a los mosquitos …que son unos “aprovechaos”, unos “chupasangres”. Para picar, les pedimos algo de miel y jalea. Faltaba la bebida, y la conseguimos de las uvas, para eso estamos en la Mancha.
  • ¡No me digas! ¿Sí? Y donde fue eso….
  • En la charca del parque, cerca del agua.

Esto, cada vez se ponía mas interesante. Una fiesta insectívora. Me imaginaba los escarabajos flirteando con las cucarachas y dejándose querer por las melosas lombrices de tierra.

-Y que le pasó a Wilson? Sigue, sigue.

– Pues que va a pasar? Lo de siempre. Que no sabe beber.

¡Entonces no pude sujetar la risotada que salió de mi boca…una mariposa borracha! ¿Que me faltaba por ver? Me lo estaba pasando genial.

  • No te rías, -me espetó- que es muy serio.
  • Aguantándome como pude, le pedí perdón y seguí a la escucha.
  • Es muy serio porque debido al alcohol, mi amigo Wilson salió a la calle haciendo “eses”, tropezó y fue a dar contra una farola de hierro que quebró sus alas. Al poco tiempo empezaron a ponerse negras. Se le desprendían trozos como la pintura seca de un cubo. Deba pena ver esas dos alas tan coloridas, ahora negras y quebradizas.

Acostamos a Wilson en su rama y cuando al día siguiente descubrió la catástrofe de su espalda, comenzó a llorar y llorar. Nosotros no podíamos calmarle. NO dejaba de lamentarse por haber abusado de la bebida. Aunque no paraba de asegurar que jamás lo haría, ya era demasiado tarde.

Yo, ya no me reía. La situación del mariposo era muy delicada. Si una mariposa pierde sus alas, pierde su esencia. Lo mas esencial de una mariposa son sus alas, sus colores, tanto que apenas nos fijamos en lo verdaderamente importante, en su cuerpo.

Cuando dibujamos una mariposa trazamos dos grandes alas, como dos inmensos ojos que nos mira, pero al cuerpo apenas le dedicamos unos trazos.

– ¿Y qué pasó después con Wilson? Cuéntame más, Arturo.

-Pues lo llevamos al panal de las abejas para intentar curarle con la jalea real y con la cera. Le aplicamos los remedios que nos indico la abeja reina, pero sabíamos que todo era inútil. Las alas eran un bien muy precioso y si se pierden, lo hacen para siempre.

-Pobre Wilson, repliqué. Me imagino como estará.

-No lo creo. ¿has perdido tu alguna vez las alas?

Iba a responder que muy a menudo pierdo mis alas, pero supuse que el escarabajo no entendería el doble sentido de mis palabras. Le explique que me hacia el cargo de la decepción que sentiría al perder algo tan importante, pues yo también, a veces he perdido cosas importantes, le expliqué.

  • Estaría muy triste y decaído, ¿no?
  • Al principio sí, pero luego reaccionó. Y reaccionó muy bien. Wilson es un mariposo muy atrevido.
  • ¿Sí? ¿Que hizo?
  • Pues comenzó a entrenar sus seis patas. Fue a hacer running y a practicar con sentadillas. Se compró una biciposa.
  • ¿Una qué? Dije yo.
  • Una biciposa, lo que llamáis vosotros bicicleta, pero para mariposas. Hizo algo de pilates y yoga también….
  • ¿Yoga? .no me lo puedo creer…Pilates? me estas tomando el pelo.
  • Que no, que se apuntó al gimnasio de mi primo el escarabajo ciervo volante, ¿lo conoces? El que tiene dos cuernos como los de un ciervo en la cabeza.
  • Si, si lo conozco, que puede levantar 850 veces su propio peso…
  • Ese, ese es mi primo. Esta “mazao”. Pues Wilson se puso en forma. Tanto se puso, que el entrenador del equipo de olimpiadas se ha fijado en el para competir contra el ciempiés y la escolopendra.
  • ¿Qué tenéis también olimpiadas?
  • Si, también, pero ya te lo contaré otro día, que perdemos el hilo de lo de Wilson.

Wilson se fue olvidando del incidente de las alas y comenzó a buscar trabajo.

     -¿Cómo “buscar trabajo”? Que trabajáis los insectos?

-Pues claro y mucho, que sería de vosotros si no trabajáramos los insectos. ¿Has oído lo de la polinización de las flores? ¿Has oído de las luchas contra las plagas? Etcétera….

– Si claro, eso sí. Yo me refería a trabajo “remunerado” como los humanos.

-Los humanos lo hacéis todo por dinero, asi os va…

– y… ¿encontró trabajo tu amigo?

-Claro, muy rápido. Cuando iba a las entrevistas y veían ese cuerpo musculado y veloz, rápidamente lo querían contratar.

– ¿Y dónde trabaja?

– en la empresa “ABEZON”, que es una empresa de venta on line de todo tipo de productos para insectos. Él es el transportista…claro con esa velocidad, hace las entregas en menos de veinticuatro horas.

Yo tenia los ojos que se me salían de las órbitas. Un mariposo repartidor de “ABEZON” (cuando lo cuente en el “insti” no me van a creer…

-Pero lo mejor fue hace dos días.

-Cuenta, cuenta por favor. Estoy en ascuas….

-Pues que, al llegar del trabajo, sintió como un dolorcillo en la espalda. Se tomo un “dulciprofeno” a ver si se le pasaba y se durmió.  A la mañana siguiente, al mirare al espejo vio dos enormes alas nuevas de color amarillo y rojo. Eran nuevas flamantes y fuertes como el acero.

– ¡No me digas! ¿De verdad?

– ¡Como te lo digo! Y ahora no solo es el mejor mariposo, el mas elegante y el mas atractivo, todas las libélulas se le rifan, es también el mas fuerte, que ni los abejorros se le acercan.

– Que suerte ha tenido, ¿no?

-De suerte nada, Wilson nunca ha tirado la toalla, nunca se ha dejado vencer por el desaliento. Y aunque un error le hizo recomenzar de nuevo, el ha conseguido sobreponerse con alas o sin alas. Wilson es un ejemplo a seguir. Las alas son sólo un complemento, pero lo que realmente te hace volar, amigo humano, es LA MENTE.

De un salto bajó de mi mano y le vi perderse entre unas piedras resecas. ¿Desde lejos creí oír un “Hasta pronto” …o quizás me lo he imaginado?

Soren

Deja un comentario