Quizás mañana. Mañana seguro que sí.-volvía a su casa pensando-.
Hacía cuatro meses que peregrinaba todos los días laborables desde su casa. Sin falta a las ocho menos cuarto. Desde detrás de un sucio cristal, un macilento y rancio papel mugroso le respondía “Cerrado por quiebra”.
Él se volvía de nuevo al parque repitiendo como un mantra: mañana, mañana, seguro que abren mañana. Es imposible, estos treinta años no han sido un sueño.
Soren
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