A ellos, que a veces nos miran desde el pasado, semiocultos en el dobladillo del recuerdo. Instantes perdidos de lluvia cruzando una calle, una mirada percibida distinta entre la gente, un pequeño roce de un abrigo al bajar del autobús.
Una mirada pintada de deseo, mientras te pierdes esquiva entre la gente, para siempre. Nunca sabréis que os amé por unos segundos irrepetibles. Pequeños amores cotidianos, distintos que no salvan un cuerpo, pero sí el espíritu.
Nunca me arrebatasteis el corazón, nunca me hicisteis sufrir. Sois lo que pudo ser y no fueron, os guardo a todos en los agujeros de mis bolsillos. Y seguís ahí retando al olvido, puros, inmaculados, con la misma pasión fugaz, estéril, que un día tuvisteis y que se quedó sin estrenar.
Una carrera precipitada bajo la tormenta. Compartir un paraguas. Un “buenos días” automático y cortés, un “perdone señora, usted primero”, con estas frases os vestíais, para no desnudaros jamás.
No, no quiero amores al uso. Que duelen, arañan y pinchan los corazones como las barbas de tres días, pinchan a los niños. Te roban la paz y te suben el azúcar. Te aceleran el corazón y te persiguen toda la vida.
Prefiero amores anodinos, sencillos, sin casi pasión. Sin carne, sin besos. Amores de mascarilla, faltos de rímel, que no manchan los labios.
Al fin y al cabo, no pido tanto, lo que pediría cualquier muerto no enterrado.
Soren
Poema ganador del 8º Premio Nacional del poesía «Miguel Baón» en la categoría Local.
Durante este otoño, y siguiendo la tradición, se está exponiendo por las calles de Villacañas una exposición de obras del autor austriaco Gustav Klimt. Es una serie de carteles grandes que muestran diversas obras del autor, en las cuales se representan a mujeres.
La actividad combina además de la pintura, la literatura. Cada cuadro va acompañado de un poema creado «ad hoc», por diferentes poetas. Este año la fundación Ormeña, -que lo realiza-, ha tenido a bien invitarme a elaborar un poema de una obra que me propusieron, por supuesto que acepté. El cuadro asignado fue «Retrato de Fritza Riedler», y mi composición es esta que inserto mas abajo.
Friederika «Fritza» Langer nació en 1860 en una destacada familia de Berlín. Se casó con el ingeniero Alois Riedler, diez años mayor que ella, profesor de la Universidad de Berlín y de la de Viena y reconocido internacionalmente como diseñador de ingeniería mecánica. Vivieron alternativamente en Berlín y Viena, donde formaban parte de la alta sociedad. El matrimonio no tuvo hijos. Fritza murió en 1927, Alois en 1936, ambos en Viena.
Cuando Fritza le encargó a Klimt que pintara su retrato en 1904, todavía se le consideraba el retratista más destacado de Viena, a pesar de las recientes críticas al aspecto crudamente erótico de las pinturas de la Facultad y de su Friso de Beethoven .
Con este bagaje, me dispuse a componer un poema para Friederika:
Fritza, madura, sensual, atractiva, posa sobre un sillón. La contemplé durante mucho tiempo para intentar meterme en su vida. Al entrar en la escena del cuadro me atrajeron sus manos, unas manos lánguidas, semi muertas pero impresionantes. También su cara me atrajo, esa mirada apasionada…..todo ello me llevó a imaginar, a fantasear, que Gustav y Friederika mantuvieron una tórrida relación durante el tiempo en que se pintó el cuadro, y que terminó con él. Todos los martes, cuando ella iba a posar, su vida sufría una convulsión de vida y de placer.
Mi poema esta escrito el martes que se termina el cuadro y Fritza ya no volverá al estudio, no volverá a ver a Gustav. Cuando Fritza sale del estudio, casualmente llueve en Viena.
LA LLUVIA EN VIENA
Fritza está aprendiendo a morirse.
Empezó el martes a las nueve.
Llovía cuando dejó el estudio,
cuando dejó la luz de las ventanas de sus ojos.
Dejó allí, en la silla, entre pinceles,
la triste mirada que perseguía sus huecos.
A partir de ahora
los martes serán, deseo sin temperatura,
erotismo sin carne, tacto sin dedos.
Recorrerá en su soledad el camino
del sudor y la saliva de tantas tardes.
Ya no será más, donde roza su mirada.
Fritza se está muriendo a fuerza de tener vida,
libre en su jaula de deseo,
en la abundancia de una vida seca y fría.
Diluvia en Viena.
No esquiva los charcos. No se refugia.
Los muertos no temen las humedades.
Llueve en su corazón mientras vuelve a casa.
Su vida se ha trasplantado al lienzo,
se ha quedado en el color, en los trazos.
Y vivirá para siempre en las pupilas de los otros.
Mientras, su cuerpo, su vida, se perderá cada martes